Libélulas en la piel

Aprendiendo a bailar bajo la lluvia…

Vuelo de araña

Vueltas y vueltas a esta sinrazón que me agobia y me asfixia. Que me atrapa en su tela de araña y yo perdida busco una salida que no existe. Y me doy cuenta que a veces me cuesta respirar, que hablo más deprisa y más alto para acallar las voces que me inundan; río más fuerte, carcajadas histéricas para no oír tu voz susurrándome desde muy cerca, rozándome tus labios la piel. Y un escalofrío recorre mi cuerpo, me eriza el alma y encoge un poco mi estómago. Y entonces empiezo a correr. Corro tan rápido que despliego las alas de mis tobillos y ya no toco el suelo. El aire azota mi rostro y humedece mis ojos, latigazos de oxígeno y nitrógeno que cuartean mis labios y se llevan tu olor lejos de mi pelo. Cruzo ciudades  y desiertos, mares, montañas, bosques;13 huyo sin rumbo fijo, simplemente no quiero estar aquí, no importa el destino mientras sean otras nieblas las que nublen mis ojos.

Y mi corazón ya no existe, no bombea. Aleación de piedra y metal que escupe vida por el simple hecho de no dejar de respirar. Que no siente, que no quiere sentir, que se encierra en la habitación del fondo hasta reunir el  valor para abrir la Caja de Pandora. Pero lo difícil no es abrirla, es saber como cerrarla. Por eso espero sentada en el suelo, por si otro alguien que no sepa a ti viene a buscarme y consiga sacarme de tu tela de araña.

Y dicen que soy valiente. Valiente es aquel que no vuela huyendo de tu risa, que mira de cara y de frente a la mirada que tanto teme y la afronta sin cerrar los ojos y sin dejarse llevar. Yo no soy valiente. Yo huyo, me protejo, me encierro en castillos y me tengo que pintar los labios de rojo para anclarme al suelo. Y ponerme tacones para echarles la culpa de si algo duele, y pintarme las uñas para ocultar los restos de tu espalda que anidan bajo mis dedos.

Pero la vida continua y yo sigo perdida en esta espiral que no comprendo. 

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