Colgarme un rato en la nube equivocada, ser consciente de que me voy a caer y que me igual. Olvidarme de las mayúsculas, de los por qué, de dar explicaciones.
Jugar con fuego, quemarme y dejar que lamas mis heridas. Desdibujar su rostro, olvidar su nombre e inventarle otro nuevo. Uno que me mira y sonríe, que me entreabre la boca y diluye su mayúscula.
Cansada de vivir a la expectativa de su regazo, alzo el vuelo y me pierdo. Me pierdo en bosques prohibidos; en puertos imaginarios busco un lugar donde sentarme a descansar. Si tú vienes tal vez podamos ver una peli, sin prisa, sin más… Y mejor que sea mala, para poder navegar un rato en tu mirada y retozar en tu boca, hasta que los títulos de crédito nos recuerden que ya podemos quitarnos la ropa.
Viajo a través del espejo, confundiendo fantasía y realidad, mezclando mundos y bailes, saliva y sudor. Aires de otoño golpean mi ventana pidiendo audiencia a mis humildes pestañas, buscando alojamiento temporal en los vacíos creados.
A veces los dejo entrar, otras simplemente, cruzo el espejo y me pierdo en mi bosque particular de folios en blanco y letras desordenadas.